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Princesas para la empresa

Bueno, en estos días de «semi-descanso» suelo aprovechar para repasar y releer articulos, apuntes, etc …que a lo largo del año me han llamado la atención y he  ido almacenando en mi portatil con la etiqueta de «interesantes». Hoy he vuelto a repasar el articulo de Nekane Rodriguez publicado el pasado 11/05/07 en la revista expansión y que lo trascribo por su genial simil de Princesas y Empresas, sinceramente tras leerlo no se debe por menos que reflexionar unos minutos……..  interiorizar esas reflexiones y sacar conclusiones …. espero os agrade ;-)

» Hace unos días lo he podido comprobar al compartir con mis hijos el fantástico mundo de las princesas Disney sobre hielo. Comienza la música y príncipes, princesas y enanitos se deslizan al son de la melodía. Entre escena y escena no puedo dejar de observar las caras de mis hijos absortos en la magia que se abre ante sus ojos.

Admirada ante la capacidad que Disney tiene para cautivarlos, empiezo a pensar en nuestras empresas y en cómo podríamos ser capaces de generar esta magia e ilusión en nuestros equipos. Así que, ¿por qué no contratar a una princesa Disney para dar nueva luz y entusiasmo a nuestras organizaciones? Si quiero a una princesa como compañera de trabajo, ¿a cuál debería contratar? A Cenicienta, la Sirenita, Mullan, Blancanieves…

Difícil elección, así que envuelta en mis propios pensamientos intento conocer qué valores podrían aportarme cada una a nuestras organizaciones. Empiezo por Blancanieves. Además de su rápida adaptabilidad al cambio y su humildad para aceptar cómo la vida le había transportado de un castillo a una cabaña, había pasado de tener servicio a servir, no detecto unas cualidades. Aunque podemos pensar en la necesidad de este perfil que tienen todas las compañías que se fusionan e integran en nuevas culturas, y que ven cómo el coste emocional de la situación afecta a sus cuentas de resultados, tanto en pérdida de ingresos como en talento.

Le toca a la Sirenita: no sólo tiene la capacidad de visionar nuevos mundos, de no quedarse en lo evidente y de explorar, sino que además es capaz de renunciar a su voz para conseguir su objetivo. Está encantada (nunca mejor dicho). Tiene visión, voluntad, constancia y compromiso. Si, como dice Bernard J. Jaworski, «el liderazgo existe cuando la gente deja de ser víctima de las circunstancias y comienza a participar en su creación», ella es el ejemplo.

Cambia la escena, es Mullan, la guerrera mítica, eso sí que me parece compromiso, ¿pero con quién? Gandhi nos dijo: «Vive como si fueras a morir mañana, aprende como si fueras a vivir eternamente». Ella lo hace, se compromete con su familia, con su honor, pone empeño y capacidad de aprendizaje para conseguirlo. Podía haber cumplido simplemente (como tantos practicantes del absentismo emocional), presentándose en la batalla. Pero decide implicarse, aprende, lucha y ¡gana!

Pero, ¿qué pasa con la princesa Disney por excelencia, la Cenicienta? Al compás de los violines, me quedo maravillada de su vocación de servicio, actitud positiva y amor. Como diría Aristóteles, «amar es querer bien al otro», y ella quiere, procura el bien de su entorno, nunca pierde la sonrisa, cuida y pone cariño en lo que hace.

Qué dilema. Ante tantos valores positivos, ¿a quién contrataría? Si Walt Disney tenía razón y lo que se puede soñar se puede crear, yo quiero una nueva princesa. Lo quiero todo: adaptabilidad al cambio, visión, voluntad, compromiso, ganas de aprender y sobre todo mucho amor en cada cosa que hacemos. Aprendamos de las princesas, dejemos de buscar fuera y ahondemos dentro de nosotros mismos.

Como explica Luis Huete: «Una vida lograda requiere de un eficaz liderazgo sobre uno mismo; liderazgo es visión clara de la meta a la que se quiere llegar, deseo firme de conseguirlo, inteligencia para dotarse de herramientas y de medios necesarios para este viaje y determinación firme de concluir el trayecto iniciado».

No necesita contratar una princesa porque ya la tiene, está dentro de cada persona. Si, como ellas, decidimos comprometernos con nuestra misión personal, profesional, social y familiar. ¡Disney tenía razón! , si lo puedes soñar lo puedes hacer. Como describe C. Castaneda en una de sus lecciones: «Aprende de tus propios hábitos como si estuvieses estudiando a una presa, con el fin de poder cazarte a ti mismo haciendo lo habitual y poder así hacer algo totalmente nuevo».

La magia se abrirá ante sus ojos, porque la vida no consiste en encontrarse a uno mismo, sino en crearnos tal y como nos soñamos. «

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